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Las revistas secundarias guardan dentro de ellas articulos interesantes que hamos pasado por alto. Entre los millones de estudios publicados en las últimas décadas, es posible que alguno haya pasado inadvertido.
Al igual que ocurriera con el famoso trabajo de los guisantes de Mendel, publicados en las actas de la Sociedad de Historia Natural de Brünn (Brno) y redescubiertos y entendidos treinta años más tarde, es muy posible que entre los millones de estudios publicados en las últimas décadas haya alguno revolucionario que haya pasado inadvertido.
Para cualquier especialista es hoy en día imposible seguir los centenares de trabajos de su ámbito. Lo normal es centrarse en las cuatro o cinco revistas principales, con el riesgo de perderse estudios interesantes en revistas secundarias. Publicar ya no tendría como fin primario dar a conocer un avance científico; muchas veces es casi un requisito burocrático para justificar una ayuda, ganar una oposición o engordar un currículo. Esa conocida y nefasta presión por publicar es responsable del nacimiento de tantas revistas depredadoras que cobran por aparecer, carecen de supervisores y distorsionan un mercado revuelto.
En vista de la escalada de precios de suscripción a las grandes revistas y de los recortes que sufría el mundo académico e investigador, surgieron no hace mucho iniciativas de acceso abierto, como el grupo Public Librery of Science (PLoS), que han ampliado las posibilidades pero de algún modo han contribuido a rebajar el listón de calidad que teóricamente mantenían las publicaciones de prestigio. El descubrimiento creciente de plagios, falsificaciones y hasta puras invenciones alimenta el desprestigio del sector y aviva las sospechas y desconfianzas.
La revisión previa por expertos sigue siendo la mejor garantía, pero no es infalible dada la superespecialización de algunos trabajos y el poco tiempo de que disponen esos supervisores para la cantidad de trabajos que les encargan.
Algunos como Jeffrey Beall, de la Universidad de Colorado en Denver y especializado en denunciar revistas fraudulentas, piensa que el futuro de la publicación académica radica en parte en los servidores de preimpresión de trabajos como arXiv.org, que exponen los estudios a la discusión y revisión pública antes de su confirmación. En comparación con las revistas científicas de alta calidad, son de bajo coste al ahorrarse la revisión por pares y la edición de textos. Y con respecto a las revistas de acceso abierto, se eliminan las tasas de autor y disminuye la corrupción que a veces va ligada a ellas.
El asunto requiere no solo distintas formas académicas de evaluación y presentación de los trabajos sino revisiones y criterios de selección más estrictos. En la burbuja actual sobraría, a decir de los más exigentes, el 90 por ciento de lo que se publica. Un derroche imperdonable.
julio 2/2017 (diariomédico.com)