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El mundo está cerca de contar con vacunas contra el paludismo y el dengue y, sin embargo, muchas de las que ya existen no llegan a las personas que más las necesitan.
El último brote de fiebre amarilla en Angola revela la virulencia con la que vuelven enfermedades infecciosas cuando no se cumple totalmente con los programas de vacunación.
A principios de este última semana de mayo, la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, señaló que el brote de esa enfermedad mortal ocurrió a pesar de que la vacuna está disponible desde hace casi 80 años.
«El mundo cuenta con una vacuna efectiva, segura y de bajo costo que ofrece una protección de por vida contra la fiebre amarilla desde 1937″, recordó. «Debe usarse de forma generalizada para proteger a las poblaciones de países donde la enfermedad es endémica», subrayó.
Lamentablemente, la fiebre amarilla es una de las muchas enfermedades que persisten, a pesar de que puede prevenirse mediante la inmunización, y que vuelve cada cierto tiempo. Por ahora solo una de las vacunas existentes, la que protege contra la viruela, logró el objetivo de erradicar por completo la enfermedad.
En 2015, el mundo estuvo muy cerca de eliminar otra enfermedad gracias a la inmunización, cuando Nigeria se convirtió en el único país de África en erradicar la poliomielitis.
«Estamos en la etapa final de poliomielitis y esperamos ver pronto su erradicación en los últimos dos países que la tienen, Afganistán y Pakistán», observó Jean-Marie Okwo-Bele, director del Departamento de Inmunización, Vacunas y Sustancias Biológicas de la OMS.
En abril, se desplegó un nuevo plan ambicioso para adoptar una nueva vacuna contra la poliomielitis. El cambio obedeció a que no se necesitaba más luchar contra la cepa de poliovirus de tipo 2, no detectada desde 1999, explicó.
Pero Okwo-Bele dijo a IPS que el mundo debe ser tan bueno eliminando vacunas viejas como lo es encontrando nuevas.
«El suministro de vacunas es tan grande ahora que debemos mejorar en la utilización de las que están disponibles para poder deshacernos de ellas», explicó.
«Solo el año pasado pudimos trabajar y casi garantizar la disponibilidad de las vacunas contra el dengue, el paludismo y casi tenemos una contra el ébola», apuntó.
A la vacuna contra la tuberculosis le pueden faltar entre cinco o siete años, indicó, pero puede ser una herramienta importante para luchar contra la resistencia a los antibióticos.
Las últimas y las prometidas incorporaciones a la lista de vacunas generan esperanza, pero algunos países en desarrollo temen que su elevado costo, en especial el de las nuevas, deje a sus niños y niñas al margen de los avances.
El inconstante y reservado mercado de las vacunas, dominado por una serie de grandes compañías farmacéuticas, hizo que en 2015 muchos países en desarrollo le pidieran a la OMS ayuda para atravesar el proceso de compras.
«Les generó una verdadera frustración no recibir ninguna asistencia real para beneficiarse de las nuevas vacunas y ofrecer esos beneficios a sus niños», indicó Kate Elder, asesora en políticas de vacunas de la Campaña de Acceso a medicamentos de Médicos Sin Fronteras (MSF).
Una forma en que la OMS atiende ese problema es creando una base de datos con los precios que pagan los gobiernos por las vacunas.
Okwo-Bele dijo a IPS que países sin «poder de negociación» pagan precios «mucho más elevados» por las vacunas que otros.
Por ejemplo, es sabido que países de África austral pagan un precio mucho más alto por las vacunas que otros de mayores ingresos.
Por suerte, no todos los países en desarrollo tienen que valerse por sí mismos. Las naciones más pobres tiene acceso a precios mucho más bajos gracias a la negociación colectiva de organizaciones como la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización (GAVI), integrada por Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) y la Fundación Gates.
Pero según Unicef, los niños y niñas con mayores probabilidades de no ser vacunados son los que viven en países afectados por conflictos armados.
«Casi dos terceras partes de los niños que no fueron inmunizados con las vacunas básicas viven en países afectados total o parcialmente por conflictos», indicó Unicef en la Semana Mundial de la Inmunización, que tuvo lugar en la última semana de abril.
Elder señaló que los gobiernos y las organizaciones que prueban vacunas en naciones con conflictos solo pueden acceder a precios de vacunas más bajos a través de GAVI, si también figuran entre los Países Menos Adelantados.
Entonces Yemen, que está entre los Países Menos Adelantados, puede aspirar a vacunas más baratas, pero Siria, no.
«Es de sentido común que las organizaciones humanitarias deben acceder a los precios globales más bajos, pero lamentablemente no ha sido la fórmula empleada hasta ahora», precisó Elder a IPS.
«En una emergencia humanitaria, una de las primeras cosas que se hace en el campamento es vacunar contra el sarampión», explicó, «porque si aparece un brote es muy, muy peligroso», remarcó.
Existen disposiciones para que las organizaciones humanitarias paguen un precio menor por las vacunas contra el sarampión, pero no ocurre lo mismo para la relativamente nueva y más cara vacuna contra el neumococo, precisó Elder.
«Estamos de acuerdo en que fijar el precio solo en base al PIB (producto interno bruto) es un marcador artificial», acotó.
Pero sí estamos de acuerdo en tomar en cuenta la capacidad de pago, indicó Unicef en una declaración a IPS.
«El trabajo de Unicef de incidir en los mercados para conseguir un estado saludable se trata de influir en los precios justos y asequibles «, añadió; ese enfoque contribuyó a bajar los precios de algunas vacunas tanto para países clasificados por GAVI como para los que no están comprendidos.
Okwo-Bele opinó que las vacunas deben considerarse una inversión importante independientemente del contexto.
«Tiene que ver con el principio básico de más vale prevenir que remediar, y la prevención es más barata que la cura, y eso es válido en cualquier lugar, ya sea un país rico o en desarrollo», resumió.
mayo 27/2016 (IPS)