Una investigación en la que participa la Universidad de Málaga aporta datos relevantes para explicar las ventajas y limitaciones del implante y el impacto del entorno en el desarrollo lingüístico.

Los dos o tres primeros años de vida son el periodo óptimo para adquirir la lengua materna. Pasada esta edad, la plasticidad del cerebro –su capacidad para aprender– se reduce de forma progresiva. Por eso, la deficiencia auditiva en esta etapa puede poner el peligro la adquisición de la lengua oral, algo que puede evitarse mediante un implante coclear, un sistema que hace posible que las personas sordas, tanto niños como adultos, reciban la señal sonora. Cuando el implante se coloca antes de los 24 meses, el niño sordo puede adquirir la lengua oral de forma óptima; sin embargo, no todos logran este nivel de desarrollo. ¿Qué factores determinan las diferencias entre unos y otros?

Una investigación en la que participa la Universidad de Murcia analiza el impacto de dos factores diferentes sobre el desarrollo de la lengua oral: la edad a la que la persona recibe el implante, y el entorno en el que se desenvuelve, donde tiene importancia la asistencia de logopedia especializada y el grado de implicación de los padres en la rehabilitación. Los resultados se publican en Journal of Child Language.

Para el estudio, los investigadores contactaron con 14 familias provenientes de entornos socioculturales muy diferentes. Las niñas y niños estudiados tenían sordera profunda detectada en la mayor parte de los casos antes de los tres meses y habían sido implantados entre los 12 y los 24 meses de edad. Los datos fueron recopilados durante cuatro años.

El análisis del desarrollo lingüístico se realizó mediante grabaciones de interacciones entre cada niño o niña y un adulto (madre, padre o logopeda). Además, los padres rellenaron diversos cuestionarios sobre el desarrollo cognitivo y lingüístico de sus hijos y aportaron información sobre las medidas adoptadas para facilitar dicho desarrollo (por ejemplo, las horas de asistencia a logopedia y la posible participación de los padres en ella o el tiempo dedicado en casa a la estimulación del lenguaje, entre otros). Estos datos fueron convertidos en medidas cuantitativas que, en su posterior lectura, indicarían el grado de estimulación externa de cada niño.

Edad y errores

Los resultados mostraron una relación significativa entre la edad de implantación y un tipo de error fonológico: el ratio de error en el punto de articulación –zona del tracto vocal en la que se origina el sonido–. Estos datos, explica el investigador Ignacio Moreno-Torres, “confirman la hipótesis planteada de que la edad de implantación condiciona el desarrollo de las habilidades fonológicas debido a la corta longitud del periodo sensible de aprendizaje y a las limitaciones técnicas del implante”.

Sin embargo, la edad de implantación no presentaba un grado de correlación significativa con otras medidas fonológicas ni con medidas lingüísticas más complejas del desarrollo léxico y gramatical. El análisis de datos sobre los factores externos mostró el patrón inverso: el grado en el que un niño estaba estimulado se relacionaba de forma significativa con todas las medidas lingüísticas complejas, léxicas y morfosintácticas, pero no con los errores en el lugar de articulación.

El hecho de que la edad de implantación correlacione con medidas fonológicas sugiere que, en efecto, la reducción de plasticidad producida en los dos primeros años de vida dificulta el desarrollo lingüístico. Dado que esta relación no se observa con medidas generales del desarrollo lingüístico, parece que su impacto es limitado. Por otra parte, la investigación sugiere que el periodo sensible para desarrollar las habilidades de alto nivel (como la morfosintaxis) podría ser más largo que para las habilidades de más bajo nivel (como la articulación).

No emula al oído

Que el entorno tenga un impacto tan acusado podría estar relacionado, según los investigadores, con las limitaciones técnicas del implante. A pesar de que sea un dispositivo muy sofisticado y claramente beneficioso, no logra emular al oído en términos de cantidad y calidad de sonido. De esta manera, los niños con IC tienen acusadas dificultades para percibir el habla en contextos ruidosos (como un aula escolar). Esto los haría aprendices menos autónomos y más dependientes del entorno, lo que explicaría los resultados del estudio.

La investigación abre la puerta a futuros estudios para analizar qué estrategias pueden ser más efectivas para compensar las limitaciones explicadas, así como para evitar los efectos cascada en el desarrollo del lenguaje.

mayo 14/ 2016 (SINC)

mayo 16, 2016 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Problemas de Salud | Etiquetas: , , , , |

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