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Un estudio revela que las costumbres dejan una huella consolidada en los circuitos cerebrales de los ganglios basales, encargados de controlar las conductas adictivas. Romper con los hábitos adquiridos nunca ha sido fácil, y ahora la ciencia da una explicación para ello.
Científicos de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, afirman que una costumbre deja una marca duradera en circuitos específicos del cerebro, lo que nos prepara para alimentar así nuestros deseos. Publicada en la revista Neuron, la investigación profundiza sobre cómo estos ‘vicios’ –tomar azúcar, fumar o comprar– se manifiestan en el cerebro, y propone nuevas estrategias para vencerlos.
«Un día podremos ser capaces de dirigir estos circuitos cerebrales para promover hábitos que queramos y acabar con los no deseables», explica Nicole Calakos, investigador principal del estudio y profesor en el Centro Médico de la universidad. Calakos, experto en la capacidad de adaptación del cerebro, colaboró con Henry Yin, especialista en modelos animales de hábitos de la conducta en el departamento de Psicología y Neurociencia de Duke.
Sus grupos instruyeron a ratones sanos para crear un hábito de consumo de azúcar de diversa gravedad, un proceso que implicaba presionar una palanca para recibir pequeños dulces. Los animales que se ‘engancharon’ mantenían presionada la palanca incluso después de que se retiraran las golosinas.
Los investigadores compararon los cerebros de los ratones que habían adquirido la costumbre con los que no lo hicieron. Concretamente, el equipo estudió la actividad eléctrica en los ganglios basales, una compleja estructura neuronal que controla las acciones motoras y los comportamientos compulsivos, incluida la adicción a las drogas.
En los ganglios basales existen dos vías capaces de llevar mensajes opuestos. Tal y como lo explican los investigadores del estudio, uno de esos mensajes es la indicación ‘go’ (en inglés, ‘vamos’), que impulsa una acción; mientras que el otro traslada una especie de señal de ‘stop’ o parada.Los autores observaron que tanto las señales de parada como las de impulso eran más activas en los ratones con el hábito de tomar azúcar.
Cambios en los circuitos cerebrales
Para los científicos fue una sorpresa ver que la señal de parada se incrementaba igualmente en los cerebros ‘enganchados’, ya normalmente esto se ha visto como un factor que puede ayudar en la prevención de un determinado comportamiento.
El equipo también descubrió un cambio en la temporización de la activación en las dos vías. En los ratones que se habían acostumbrado al azúcar, la señal ‘go’ se encendía antes que la de parada. Sin embargo, en los cerebros libres de hábito, la señal ‘stop’ precedió al ‘go’.
Estos cambios en los circuitos cerebrales se mostraban tan duraderos que el grupo de investigadores era capaz de predecir qué ratones habían formado un hábito con solo mirar piezas aisladas de sus cerebros en una placa de Petri.
Curiosamente, el grupo observó que los cambios en la actividad de acción y parada se produjeron a través de toda la región de los ganglios basales que estaban estudiando y no solo en subconjuntos específicos de células cerebrales.
Según Justin O’Hare, primer autor del estudio, “esto puede estar relacionado con el hecho de que una adicción hace que una persona sea más propensa a participar también en otros hábitos poco saludables”.
Cómo romper un hábito
A fin de romper la ‘adicción’, los investigadores alentaron a los ratones para cambiar su hábito recompensándolos solamente si dejaban de presionar la palanca. Los ratones que lo consiguieron tenían células ‘go’ más débiles.
El problema es que aún no se sabe cómo esto podría traducirse en una ayuda para los seres humanos con costumbres dañinas. Debido a que los ganglios basales están involucrados en una amplia gama de funciones, los expertos ven difícil modificar su actividad con medicamentos.
Mientras tanto, Calakos y su equipo están estudiando lo que distingue a los hábitos aceptados de los problemáticos, como los que pueden observarse en el trastorno obsesivo-compulsivo.