Al anunciar una nueva ofensiva para «erradicar» el cáncer, el presidente de los estados Unidos Barack Obama ensalzó el combate contra una enfermedad que mata cada año a más de 8 millones de personas en el mundo, a pesar de los importantes avances terapéuticos recientes.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se detectan 14 millones de casos nuevos cada año, cifra que podría aumentar un 70% en los próximos 20 años, de los cuales la tercera parte serían causados por factores como el tabaco, alcohol, obesidad, sedentarismo y alimentación.

Los tratamientos actuales, a menudo suministrados en asociación, permiten curar a muchos pacientes con cáncer de buen pronóstico (próstata, testículo, seno, tiroides y ciertas leucemias) y prolongar sensiblemente la supervivencia de los demás.

El tratamiento más antiguo, que comenzó a suministrarse a fines del siglo XIX, es el quirúrgico. Consiste en extirpar el tumor o los ganglios linfáticos invadidos por tumores cancerosos.

Desarrollada a principios del siglo XX, la radioterapia consiste en utilizar rayos de energía elevada para destruir las células enfermas. Se desarrolló rápidamente en los últimos 20 años gracias a importantes avances técnicos que permitieron definir con gran precisión las zonas a tratar y limitar la exposición de tejidos sanos.

La quimioterapia consiste por su parte en utilizar medicamentos para eliminar las células cancerosas. Actualmente se emplea en una cantidad importante de casos de cáncer, por lo general asociada a cirugía o radioterapia, lo cual permitió aumentar la supervivencia. Sin embargo, como también ataca células sanas, puede acarrear efectos secundarios importantes.

Reservada a ciertos casos como el cáncer de mama o de la próstata, la hormonoterapia apunta por su parte a provocar la muerte de células tumorales a más largo plazo creando un entorno hormonal desfavorable.

Ciertos casos de cáncer (pulmón, hígado o páncreas) no responden tan bien a los actuales tratamientos y otros presentan recaídas, conduciendo a los investigadores a buscar nuevas pistas terapéuticas.

Entre éstas figuran la inmunoterapia, una técnica que se esfuerza por «movilizar» las defensas inmunitarias del paciente contra su propia enfermedad. Según algunos investigadores podría transformar el tratamiento de algunas formas de cáncer. Recientemente se obtuvieron resultados alentadores en el tratamiento del melanoma avanzado y de ciertos tipos de cáncer de pulmón.

Otra pista promisoria son los tratamientos específicos contra ciertas moléculas que participan en el crecimiento del mal. Se utiliza en ciertos casos de cáncer de sangre, pero también de seno, pulmón y aparato digestivo.

Más allá de los tratamientos que apuntan directamente a las células cancerosas, algunos atacan directamente el desarrollo de los vasos sanguíneos que alimentan el tumor.

En estado aún experimental, la terapia genética consiste en «inyectar» un gen a una célula, para reemplazar un gen deficiente o para inducir la fabricación de una sustancia destinada a destruir las células cancerosas.

Ha dado lugar a numerosas pruebas clínicas y resultó particularmente eficaz en niños que padecen cáncer de sangre. También se está probando contra el cáncer de páncreas.

enero 13/ 2016 (AFP) Tomado del Boletín de Noticias Prensa Latina Copyright 2016 Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.

 

 

 

enero 17, 2016 | Dra. María Elena Reyes González | Filed under: Neoplasias, Oncología | Etiquetas: , |

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