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Sensibilizar a la sociedad para diagnosticar precozmente, hábitos saludables y cuidados continuos, reivindicaciones en el Día Mundial.
La enfermedad de Alzheimer afecta a unas 600 000- 650 000 personas en España y se espera un crecimiento exponencial en los próximos 30-40 años, por lo que se estima que podría elevarse a un millón o millón y medio de españoles. Hoy se celebra el Día Mundial de la Enfermedad de Alzheimer, con el objetivo de seguir concienciando a la población sobre la patología para realizar un diagnóstico lo más precoz posible. «No hay que tener miedo, sino poner los medios para hacer un diagnóstico temprano de la enfermedad. Es básico que la población entienda que hay diferencias entre la enfermedad de Alzheimer y la demencia tipo Alzheimer», ha explicado a DM Sagrario Manzano, coordinadora del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
En España la Confederación de Asociaciones de Familiares de Personas con Alzheimer y otras Demencias (Ceafa) promociona el día con el lema Avanzando Juntos para mostrar la necesidad de alcanzar un abordaje integral. Para ello han propuesto una política de estado general del Alzheimer que alcance a todo el país y a todos los colectivos, con los niveles de la Administración correspondientes y que llegue a todos los ámbitos necesitados.
«Estamos haciendo un gran esfuerzo de concienciación social para decir a los médicos de primaria y a las familias que traigan a consulta a los pacientes en las fases más leves; aún tenemos unos 30- 40 % de los casos sin diagnóstico», ha dicho Manzano. Se detectan menos del 20 % de los casos leves.
Según ha explicado a DM Pedro Gil, jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Clínico San Carlos, el abordaje del Alzheimer es un trípode formado por fármacos, hábitos higiénico-dietéticos y entrenamiento de las familias en el cuidado de los pacientes. El modelo de asistencia que se preconiza, según Gil, es el del total. Por eso, los esfuerzos actuales en detección precoz deben incluir cuidados continuados del paciente desde la confirmación diagnóstica.
Para ello, el sistema debe organizar los recursos sanitarios y sociales, desde el tratamiento y la asistencia domiciliaria a la capacitación de centros y, sobre todo, al desarrollo de recursos para la asistencia al final de la vida. «¿Es el paciente terminal oncológico asimilable con el paciente terminal con demencia?», se ha preguntado Gil.
El hecho de que no exista un tratamiento curativo no debe limitar el esfuerzo diagnóstico. «Las estrategias de tratamiento que se están intentando implantar y desarrollando en los ensayos clínicos van dirigidos a pacientes en fases muy leves o sintomáticos en riesgo. Si los ensayos de las nuevas moléculas fructifican, no podremos aplicarlas si el paciente está en fase dependiente», ha dicho Manzano
Estrategias preventivas
Además, «cuando hablamos del tratamiento no se trata sólo de tomar un fármaco», ha dicho Gil, sino de aplicar estrategias de prevención del momento demencia, ya que la patología comienza a desarrollarse 30 ó 35 años antes de los primeros síntomas. Así que, según Manzano, recomendar estrategias para que el daño cerebral sea menor o para que el paciente genere redes neuronales que retrasen el momento clínico de la demencia, también es un éxito desde el punto de vista clínico y de la calidad de vida del paciente y del cuidador.
Gil y Manzano coinciden en que hay que recomendar estilos de vida saludables: dieta mediterránea y ejercicio. No obstante, hay que «realizar una estimulación cognitiva. Lo más dramático en la población por encima de 65 años es la ruptura biográfica al dejar de trabajar. Es un error y tenemos que intentar estrategias de potenciación cognitiva, -desde cursos de pintura a relaciones sociales con otras personas- y mantener un funcionamiento cerebral acorde con la edad», ha dicho Manzano.
En población de 50 años, según Manzano, no hay que tomarse a la ligera las quejas sobre una reducción en el rendimiento cognitivo y descartar la existencia de patología. Los síntomas difieren en mayores de 65 años. Hay que escuchar la queja del paciente o de la familia e indagar si hay enfermedad degenerativa. «En fases muy precoces, aunque no haya problemas de autonomía, pueden aparecer fallos de memoria, de planificación, de orientación, de conducta, de lenguaje…». Hay que evaluar al paciente en neurología para llegar a la certeza diagnóstica.
Impacto del resveratrol en fases moderadas
El consumo durante un año de dosis elevadas de una forma purificada de resveratrol ha mostrado estabilizar los niveles del biomarcador beta-amiloide 40, que decrece cuando la enfermedad de Alzheimer progresa. Es la conclusión de un estudio en fase II en 119 pacientes con Alzheimer leve o moderado, que se publica en Neurology y ha coordinado Raymond Scott Turner, director del Programa de Trastornos de la Memoria de la Universidad de Georgetown. No obstante, Turner ha apuntado que, aunque los resultados son interesantes, hay que ser cautos y realizar más trabajos antes de aconsejar la toma de resveratrol.
septiembre 21/ 2015 (Diario Médico)