dic
31
Un gusano puede ser el enemigo número 2 de la humanidad en su lucha contra la epidemia de VIH, solo por detrás del propio virus que ya ha matado a unos 40 millones de personas. El gusano, monstruoso al microscopio, es responsable de la enfermedad parasitaria más letal en el planeta después del paludismo, la esquistosomiasis, que afecta a unos 250 millones de personas y mata a 200 000 cada año, la inmensa mayoría en las comunidades más pobres de África.
El parásito, liberado por caracoles, espera a sus víctimas en charcas, ríos o lagos, donde niños, mujeres y hombres acuden a lavar la ropa, pescar, jugar o bañarse. Tras atravesar su piel, las larvas se convierten en gusanos de uno o dos centímetros que infestan sus vasos sanguíneos. Unas semanas después, en una de las formas de la enfermedad, las hembras empiezan a poner miles de huevos, que en el caso de las mujeres se depositan en el útero y la vagina de niñas y adultas, provocando una dolorosa inflamación y un sangrado que presuntamente multiplican por cuatro su riesgo de infectarse por VIH.
Es una enfermedad asociada al estigma y a la depresión, de la que pocas pacientes quieren hablar. Es la enfermedad más olvidada entre el sexo más olvidado de las poblaciones más olvidadas del continente más olvidado. Es el olvido elevado a cuatro.
“Es como una pequeña regla, pero todo el tiempo”, explica el francés Eric Comte, especialista en enfermedades tropicales olvidadas de Médicos Sin Fronteras. Comte ha asistido a muchas mujeres con esquistosomiasis y el virus del sida en países como Mozambique y Suazilandia. “Es algo habitual, un gran problema, y hay que prestarle mucha más atención. Está claro que existe un vínculo y hay que luchar más contra la esquistosomiasis”, opina.
El pediatra estadounidense Peter Hotez lidera un creciente movimiento científico que promueve la desparasitación masiva como método para reducir la transmisión del virus del sida en el África subsahariana, donde están 25 millones de los 35 millones de personas que viven con VIH en el mundo. “Es la estrategia de prevención del sida más barata para África”, opina. Según sus cálculos, entre 20 y 150 millones de niñas y mujeres africanas sufren esquistosomiasis urogenital, aparentemente una dolorosa alfombra roja para el virus.
Los datos parecen dar la razón a Hotez, presidente del Instituto de Vacunas Sabin, una entidad estadounidense sin ánimo de lucro que busca vacunas contra enfermedades olvidadas. Investigadores de la Universidad de Yale (EE UU) han calculado que una campaña de administración masiva de medicamentos contra el gusano en los niños de Zimbabue ahorraría en una década hasta 100 millones de dólares en costes sanitarios asociados al VIH. Sería, aseguran, más rentable que las campañas de circuncisión masculina, una operación que reduce un 60 % el riesgo de transmisión del VIH y a la que se han sometido voluntariamente cientos de miles de africanos.
“El medicamento que se utilizaría, el praziquantel, está siendo donado por Merck, así que la intervención sería prácticamente sin coste, excepto los pequeños gastos de proporcionárselo a niñas y mujeres una vez al año”, señala Hotez.
El praziquantel es el único fármaco disponible para tratar la esquistosomiasis. En 2007, la multinacional farmacéutica y química alemana Merck, con un beneficio neto de 1200 millones de euros en 2013, inició junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS) un programa de donación del medicamento. Desde entonces, la compañía ha suministrado antiparasitario suficiente para tratar a 50 millones de personas, en su mayoría niños en edad escolar, en 17 países de África.
Hace dos años, Merck se comprometió a multiplicar por 10 las donaciones “a medio plazo”. Sin embargo, hoy todavía existe un abismo entre los medios disponibles y las necesidades. La OMS calcula que en 2013 unos 262 millones de personas en 52 países, casi la mitad niños, requerían tratamiento preventivo contra la esquistosomiasis. Solo 35 millones, el 13 %, lo recibieron.
Hotez alza la voz. Pide a las organizaciones comprometidas con la lucha contra el VIH en África que adopten las campañas masivas de desparasitación para reducir las infecciones por el virus del sida. Son, enumera, entidades como el Plan de Emergencia del Presidente de EE UU para el Alivio del Sida (PEPFAR) y el Fondo Mundial de Lucha Contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria, además de la organización ONE Campaign, que cuenta con fondos de la Fundación Bill y Melinda Gates.
“Es un objetivo que he perseguido desde 2006 y con suerte pronto veremos algunos avances”, detalla Hotez. “Desafortunadamente, estas organizaciones se han resistido en el pasado, pero a medida que se van conociendo más datos científicos espero que pronto adopten el control y la eliminación de la esquistosomiasis genital femenina”, añade.
La falta de investigación sobre el gusano es la culpable de las dudas para apoyar el tratamiento masivo. “La evidencia científica apoya cada vez más que el parásito Schistosoma haematobium es un factor de riesgo plausible para adquirir el VIH, debido tanto a sus efectos en el tracto genital de las mujeres como a la reducción de las defensas en hombres y mujeres”, apunta la epidemióloga ugandesa Pamela Mbabazi, de la OMS.
En el terreno, muchas pistas apuntan a una relación entre el parásito y el mayor riesgo de VIH. En Tanzania, la investigadora Jennifer Downs, del Colegio Médico Weill Cornell (EE UU), ha observado que las mujeres con el parásito Schistosoma haematobium tienen una probabilidad cuatro veces mayor de tener además VIH. En el caso de otra especie del gusano, la Schistosoma mansoni, es seis veces mayor. El gusano y el virus del sida parecen ir muchas veces de la mano, aunque esta asociación no es tan obvia en otras partes de África.
Sin embargo, demostrar que estas observaciones están relacionadas es “complejo”, en palabras de la epidemióloga de la OMS, ya que requeriría comparar personas con y sin tratamiento en condiciones controladas. “No sería ético y por lo tanto es imposible llevar a cabo estudios científicos convencionales”, lamenta Mbabazi.
La OMS recomienda desde 1984 el tratamiento temprano de niños y adultos en riesgo en las zonas en las que vive el gusano, ya que el parásito, por sí solo, puede dañar los órganos y mata a 200 000 personas cada año en el África subsahariana. En 2009, un grupo de trabajo informal de la OMS propuso dar un paso más y proclamó “la obligación ética” de gobiernos y organizaciones de “integrar el tratamiento contra el Schistosoma y la prevención del VIH”. Esta integración generaría “presumiblemente un efecto inmediato sobre la salud de millones de niñas y jóvenes mujeres”, según estos expertos. Lo mismo defiende ahora Mbabazi.
Pero la OMS todavía no ha dado una directriz determinante, según subraya Ade Fakoya, uno de los coordinadores del Fondo Mundial de Lucha Contra el Sida, la Tuberculosis y la Malaria. Su entidad moviliza más de 3.200 millones de euros cada año para financiar actuaciones en 140 países. “El Fondo Mundial no es una agencia normativa y se basa en las orientaciones de la OMS. Y actualmente no existe una orientación global sobre el tratamiento masivo de la esquistosomiasis para la prevención de la transmisión del VIH”, afirma Fakoya.
“Esto es cierto, pero se ha convertido en un argumento circular”, admite y lamenta Lester Chitsulo, coordinador de la lucha contra la esquistosomiasis en la OMS. Chitsulo recuerda que sus guías de tratamiento de la enfermedad tienen como uno de sus objetivos “la prevención de las lesiones genitales que se consideran un factor de riesgo para la infección por VIH”. Para este experto, debería ser suficiente para promover la integración de las luchas contra el virus y contra el gusano en algunas regiones de África. Para las principales entidades de lucha contra el VIH, no basta y esperan más evidencias científicas u órdenes más contundentes por parte de la OMS.
El tratamiento contra el gusano apenas cuesta 0,3 euros por persona. Peter Hotez recuerda que, en cualquier caso, la esquistosomiasis urogenital es “una de las peores y más habituales enfermedades ginecológicas en África”. A las víctimas del gusano, posiblemente, no les importan las siglas de la organización que les lleve la pastilla que matará a su verdugo microscópico.
diciembre 26/2014 (CubaDebate)