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Los secretos de los venenos de las serpientes se encuentran en sus proteínas, pero un grupo de científicos costarricenses trabaja actualmente en la construcción de sus proteomas, lo que permitirá una mejora sustancial en los sueros antiofídicos.
En el laboratorio de proteómica del Instituto Clodomiro Picado Twight, en Costa Rica, investigadores de alto nivel estudian la estructura y función de las proteínas, incluida su forma de actuar e interactuar dentro de las células para entender mejor cómo actúan los venenos en el organismo. Este laboratorio, único en Centroamérica, tiene menos de un año de operación, pero ha desvelado ya el proteoma del veneno de nueve serpientes de Costa Rica, a la vez que estudia el veneno de la taipán (Oxyuranus scutellatus), de Papúa, Nueva Guinea, y de cinco cobras africanas procedentes de Nigeria.
Sus hallazgos, que en un inicio se lograron por la colaboración del Laboratorio de Proteómica Estructural del Instituto de Biomedicina de Valencia (España), han sido publicados en la Journal of Proteomics y en la Journal of Proteome Research.
Para el coordinador del laboratorio, el doctor en microbiología Bruno Lomonte, la posibilidad de hacer ciencia de esta complejidad en un país en desarrollo como Costa Rica \»ayuda a reducir la brecha de investigación y generación de conocimiento que enfrentan las naciones de recursos limitados\».
Lomonte, quien además es profesor de la Universidad de Costa Rica, describe el trabajo que hacen en el laboratorio con las proteínas: \»Es como tomar un collar de cuentas, cortarlo en segmentos y luego analizar cada cuenta para rearmar el rompecabezas y saber bien de qué está hecho cada segmento\».
Aunque la proteómica analiza proteínas de todo tipo de células, en el Clodomiro Picado los equipos, valorados en 1,2 millones de dólares, se dedican únicamente al estudio del veneno de las serpientes.
\»El primer paso del proceso es preparar las muestras; para ello se extrae el veneno hasta convertirlo en polvo. Pequeñas cantidades se colocan en equipos especializados para separar los componentes del veneno de las proteínas. El espectómetro de masas se encarga de \»romper el collar\» con un rayo láser que ioniza la muestra y la corta en segmentos para pesarlos, de modo que podamos comparar esos registros con bases de datos para identificar de cuál se trata\», señala Lomonte.
Un cromatógrafo hace la misma función pero fraccionando la muestra con electricidad. Estas pruebas son necesarias pues la información que registra es complementaria, lo que permite tener certeza de los resultados. No es posible ver una imagen de la cadena de proteínas, por lo que los científicos arman un rompecabezas del proteoma basado en registros numéricos de peso molecular.
Estos mapas de proteínas muestran que, como promedio, los venenos de las serpientes costarricenses tienen entre 30 y 40 proteínas diferentes, aunque hay excepciones, como el de la Coral, que es bastante complejo pues presenta más de 60 proteínas.
Lomonte reconoce que el trabajo del laboratorio es ciencia del primer mundo, un mérito que se hace mayor en una región con tantas dificultades como Centroamérica. \»Que se abra un laboratorio de proteómica en Alemania no puede ser noticia, será uno más. Pero que este tipo de investigaciones se realicen acá debe llenarnos de orgullo\», expresó.
Mirando hacia el futuro, Lomonte vislumbra mucho trabajo para el Instituto; aún deben descifrar el proteoma del veneno de otras seis o siete serpientes de Costa Rica, sobre todo arbóreas, y esperan analizar muestras de otras, así como de animales venenosos fuera del país. Han empezado a analizar las proteínas de sus propios sueros antiofídicos, que llegan a Suramérica, Europa, África y Asia, para encontrar puntos débiles que deban ser mejorados a la luz de los hallazgos con los venenos.
San José, enero 29/2011 (EFE)