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Millones de toneladas de desechos tecnológicos, que representan entre 1% y 5% de la basura producida en el mundo, se generan cada año sin que los gobiernos, fabricantes o usuarios tengan idea de qué hacer con ellos.
Lucía Andrade, académica de la Facultad de Contaduría y Administración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), alertó que “el futuro ya nos alcanzó”, sin estar preparados para abordar el tren de la tecnología, y sin saber qué hacer con sus desperdicios, que crecen a un ritmo acelerado”.
La especialista en informática administrativa señaló que debido a la corta vida de los bienes electrónicos, el volumen de esta chatarra, conocida como “e-basura”, sigue acumulándose, de acuerdo con un comunicado de la UNAM.
Según reporte de la Convención de Basilea, tratado que se encarga del comercio mundial de los residuos tóxicos, entre 50 y 80% de los desechos electrónicos recolectados en Estados Unidos para el reciclaje termina en alguna nación asiática. Andrade Barrenechea planteó que es ahí donde algunos de sus componentes se venden y otros que son contaminantes van a parar a ríos y campos.
En países como México constituyen un grave problema y la solución debe ser inmediata y urgente porque, como advirtió Ted Smith, director de Silicon Valley Toxics Coalition, en poco tiempo podría derivar en un desastre ecológico, resaltó la experta.
La cultura de los productos no retornables acentúa este inconveniente, porque componentes de los innumerables aparatos electrónicos que se venden en el mercado no se pueden reciclar, y una batería de cadmio, por ejemplo, basta para alterar 600 litros de agua. A diferencia de otras industrias donde la contaminación ocurre durante el proceso de fabricación, en la de las tecnologías de la información el principal producto nocivo es el artículo en desuso.
La basura tecnológica tiene un alto potencial económico, porque es comercializable, como ocurre con refrigeradores, hornos, lavadoras, televisores, videos, grabadoras, equipos de música, computadoras y celulares. Para eso, Barrenechea propuso aplicar a estos desechos el tratamiento de las “Tres R”, que consiste en reducir al máximo la producción; reutilizarlos, destinarlo a otro uso o encontrar a quien dárselo y reciclarlos o depositarlos en un punto limpio.
Ciudad de México, julio 1/2010 (Notimex)