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El autismo se podría convertir en una enfermedad evitable gracias a una prueba, que tan sólo costaría seis euros, desarrollada por científicos del Reino Unido, según publicó el diario británico Daily Telegraph.
El diagnóstico del autismo ha sido difícil y a menudo permanece irreconocible hasta estados avanzados, cuando ya es demasiado tarde para tratarlo, pero los investigadores del Imperial College de Londres descubrieron la forma de detectar la enfermedad en niños a partir de los seis meses de vida.
Tras el estudio, los científicos concluyeron que los niños que sufren autismo padecen además trastornos en los intestinos causados por una bacteria, que puede ser detectada gracias a un análisis de orina. Este descubrimiento implica que un intenso tratamiento centrado en la conducta social del paciente podría comenzar antes de que la enfermedad le cause un daño psicológico permanente.
El autor del estudio, Jeremy Nicholson, explicó que los niños autistas tienen una bacteria en los intestinos que puede detectarse antes de que aparezcan los primeros síntomas de la enfermedad.
Una de cada cien personas en el mundo sufre autismo, lo que significa que en el Reino Unido hay más de 500 000 personas con la afección, que se manifiesta con trastornos que van desde leves problemas para interactuar socialmente hasta graves dificultades de comportamiento como no hablar.
En la actualidad, el grado de autismo se valoraba a partir de pruebas que exploraban la integración social, la capacidad de comunicación y las aptitudes imaginativas del individuo. Una intervención a tiempo puede mejorar notablemente el progreso de los niños con autismo, aunque es complicado establecer un diagnóstico definitivo antes de que el niño empiece a hablar.
Sin embargo, un análisis de orina que detecta esa bacteria y los procesos digestivos puede servir para distinguir en un primer momento entre niños que pueden llegar a desarrollar la condición y los que no. El equipo considera que la relación entre la bacteria intestinal y las dificultades en el aprendizaje puede abrir el camino a tratamientos probióticos contra el autismo.
Los investigadores sometieron a niños de tres a nueve años -39 con autismo, 28 sin autismo pero con un hermano que lo tenía y 34 sin autismo y con hermanos sanos- a resonancias magnéticas, espectroscopias y análisis químicos. El estudio reveló que los niños no autistas pero con un hermano que sí tenia la afección presentaban una huella química diferente de los que no tenían hermanos autistas, y la de los niños con autismo era diferente a la de los otros dos grupos.
Londres, junio 4/2010 (EFE)