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Numerosos son los inconvenientes a los que tienen que hacer frentes aquellos pacientes diagnosticados de tumores poco frecuentes, mal denominados «raros».
Dentro de ellos, los tumores neuroendocrinos se han constituido como entidad propia aunque engloban a un amplio rango de enfermedades neoplásicas que comparten una diferenciación neuroendocrina común, pero que cuentan con orígenes muy diversos en cuanto a localización.
El número de nuevos diagnósticos de estos tumores ha aumentado en los últimos años, muy probablemente en relación con la proliferación de pruebas de imagen que permite su hallazgo incidental. De manera paralela, hemos asistido a una etapa reciente de mayor conocimiento de los entresijos moleculares que gobiernan estos tumores, lo cual ha supuesto el desarrollo de fármacos dirigidos a dichas alteraciones.
La terapia con radionúclidos no es algo nuevo para los tumores sólidos pero sí el concepto actual de «teranóstico», que combina la expresión de marcadores con elevada especificidad hacia determinados tumores con la posibilidad de cargar radioactivamente átomos que se puedan unir a este marcador en concreto. De este modo, podemos actuar selectivamente sobre aquellas células que sobreexpresen en una membrana determinados marcadores. En el caso de los tumores neuroendocrinos de origen en páncreas o en el tracto intestinal, las células tumorales suelen expresar en más de un 80 por ciento, receptores para la somatostatina en su membrana y se dispone de análogos diseñados molecularmente a los que se puede añadir compuestos radioactivos como el lutecio-177.
Cuando se comparó el lutecio con subir las dosis de los análogos de la somatostatina tras la progresión tumoral a la dosis estándar de estos tratamientos, las diferencias en términos de actividad resultaron muy significativas en el estudio pivotal Netter-1. Se estima que la mediana de tiempo que requiere el tumor en progresar para los pacientes tratados con lutecio es de aproximadamente de 40 meses frente a los apenas 8 meses con el escalado de dosis de los análogos. Los datos de esta supervivencia libre de progresión se acompañaron de un aumento significativo en el porcentaje de pacientes en los que se redujo el tamaño de las metástasis así como una clara tendencia al aumento de la supervivencia global. Estos datos de eficacia suponen un cambio no sólo en el estándar de tratamiento sino en la consideración de la enfermedad, ya que a partir de ahora habrá pacientes con captación para somatostatina en la gammagrafía y, por tanto, claros candidatos a recibir este tipo de tratamientos, y otros que no tendrán dicha captación y, por tanto, no se beneficiarán de la misma.
La selectividad en el mecanismo de acción, por otro lado, limita los efectos adversos, siendo la tolerancia en términos generales mejor que la inducida por los propios análogos de la somatostatina a altas dosis y a años luz de la inducida por la quimioterapia, los anti-mTOR o los fármacos antiangiogénicos que serían las otras alternativas en esta indicación.
Por tanto, podemos decir que los pacientes con tumores neuroendocrinos están de enhorabuena al disponer de una nueva alternativa de tratamiento que no sólo produce un indudable efecto en términos de retardo en el crecimiento del tumor, sino que se acompaña de una clara mejoría en la calidad de vida y una buena tolerancia.
julio 1/2016 (Diario Médico)