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Las autoridades australianas manifestaron recientemente su «profunda inquietud» tras constatarse una epidemia de COVID-19 en comunidades aborígenes, que serían particularmente sensibles al coronavirus.
Tras la aparición de un caso de la variante Delta del SARS-CoV-2, a mediados de junio en Sídney, más recientemente la epidemia se ha propagado hacia el oeste del estado de Nueva Gales del Sur, región en la cual la mayoría de las 116 personas positivas por esta variante son aborígenes.
La primera ministra del estado (que incluye a las ciudades de Sídney y Canberra, capitales locales y del país, respectivamente), Gladys Berejiklian, afirmó que la epidemia es «sumamente preocupante» por lo que esta región, parte del enorme ‘Outback’ australiano, ha sido puesta bajo confinamiento para intentar frenar los contagios.
Se trata de la primera gran epidemia en comunidades aborígenes que se encuentran geográficamente aisladas y que serían más vulnerables a COVID-19.
Al menos cinco equipos médico-militares serán destacados en la región para ayudar a los responsables locales en la campaña de vacunación, indicó el ministro de Salud australiano, Greg Hunt.
Solamente el 15 % de la población original del país está por completo vacunada. Esta tasa es aún menor en las regiones más remotas, de apenas el 8 %, de acuerdo a las autoridades.
No obstante, esta parte de la población había sido considerada prioritaria para la vacunación cuando se inocularon las primeras dosis, a fines de febrero.
Cuando se consultó respecto a la lentitud en la vacunación de la comunidad aborigen, el gobierno conservador respondió que algunos de estas personas se sentían protegidas al vivir en áreas aisladas, por lo que no sintieron necesidad de vacunarse.
agosto 17/2021 (AFP) – Tomado de la Selección Temática sobre Medicina de Prensa Latina. Copyright 2019. Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina S.A.