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En Marrakech, donde culminó este martes la Cumbre del Clima, se han dado los primeros pasos para que el acuerdo se adapte a partir de 2020, pero se terminará su puesta en marcha en 2018. La cumbre ha sido rotunda ante la elección de Donald Trump: los países se han reafirmado y unido en la lucha contra el cambio climático.
El Acuerdo de París, ratificado ya por 111 países, es imparable. Es un compromiso del que nadie duda en la Cumbre del Clima de Marrakech (COP22), sobre todo tras el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos.
La reacción de los países en la COP22 ha sido unánime. «El cambio climático es real, pero también lo es nuestra respuesta», ha zanjado Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), durante su última intervención en el plenario.
Desde los gobiernos hasta el sector privado y la sociedad civil ha habido presiones para aclarar cómo se va a llegar a los objetivos. El jueves se aprobó además una declaración política –llamada Proclamación de la Acción de Marrakech– que ratificaba la urgente necesidad de seguir avanzando entre todos los países.
Pero tras el ímpetu vivido en París hasta la entrada en vigor del primer acuerdo universal y vinculante sobre cambio climático, las negociaciones sobre cómo alcanzar la meta han quedado atascadas hasta llegar a la decisión final, obstaculizada por Bolivia e India en el último plenario. ¿Llegaremos a tiempo para cumplir los objetivos?
Según la Organización Meteorológica Mundial, en lo que llevamos de año, la temperatura se sitúa ya en 1,2 ºC por encima de los niveles preindustriales. El límite es no llegar a 2 ºC antes de final de siglo, y si es posible no alcanzar 1,5 ºC. Sin embargo, los científicos tienen claro que dadas las circunstancias actuales el reto es grande.
“Es muy probable que no sea posible alcanzar la meta, al menos no durante este siglo. Necesitaremos un drástico cambio en las políticas climáticas y un rápido despliegue de tecnologías limpias”, manifiesta a Sinc Steffen Kallbekken, director de investigación en el Center for International Climate and Environmental Research (CICERO) en Oslo. Pero por el momento la mirada está puesta en los 2 ºC, y para ello los niveles de ambición han de ser mayores.
En el Acuerdo de París, los países se comprometieron a entregar sus compromisos determinados a nivel de nacional (NDCs) sobre las emisiones de CO2 que se empezarán a evaluar en 2018 de acuerdo a las conclusiones del VI informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), que se publicará ese año y que contará con la participación de científicos españoles. En 2020 se deberán aplicar estos objetivos y a partir de 2023 se comenzarán a revisar cada cinco años.
Pero por ahora existe una gran brecha entre las promesas actuales de reducir las emisiones y lo que se requiere para limitar el calentamiento a niveles muy inferiores a los 2 ºC de los niveles preindustriales. A pesar de ello, hay noticias positivas. “Existe una clara decisión sobre cómo pueden utilizarse los resultados del informe del IPCC para informar sobre las negociaciones y, sobre todo, sobre la revisión global cada cinco años”, apunta Kallbekken.
La Cumbre del Clima de Marrakech debía fijar un manual de instrucciones y definir la letra pequeña sobre los procedimientos del Acuerdo de París, y se ha avanzado en varios aspectos técnicos, pero deja para 2018 muchas de las decisiones. Ese año los países deberán retomar y acelerar sus planes, y completar las normas de aplicación, teniendo en cuenta los cambios que se habrán producido en el mercado. Dentro de dos años se fijará también la hoja de ruta del acuerdo.
“Los planes no son más débiles ahora, pero Marrakech ha perdido una oportunidad para continuar el rápido progreso que se tenía antes y durante las negociaciones de París el año pasado”, subraya Kallbekken.
Aunque se han producido avances positivos, como el compromiso de energías 100 % renovables de los 48 países en desarrollo que forman parte del Climate Vulnerable Forum, capitaneados por Etiopía, y las estrategias ambiciosas frente al cambio climático para 2050 presentadas por varios países encabezados por Alemania y Estados Unidos de forma paralela a las negociaciones, la financiación ha sido el principal escollo, que finalmente no ha quedado reflejado.
La presiones de los países desarrollados
En París se acordó que el fondo a largo plazo recogería 100 000 millones de dólares por año a partir de 2020 para que los países más vulnerables puedan prepararse (mitigación) y adaptarse a los efectos del cambio climático que ya están ocurriendo. En la actualidad, ya son 67 000 millones de euros de fondo públicos los que ya se han movilizado, siendo la Unión Europea la mayor contribuyente con 17 600 millones de dólares.
Al menos 150 millones de personas viven en tierras que podrían inundarse o desaparecer a lo largo del siglo. «Ningún país, sin importar su tamaño o poder, es inmune a los impactos del cambio climático y ningún país puede permitirse responder al desafío en solitario», ha señalado Ban Ki-moon en su última cumbre como secretario general de la ONU.
Los países que ya sufren los efectos exigen más presupuestos para afrontar las exigencias del clima, pero en Marrakech solo se ha conseguido que entre 24 y 25 % de la financiación pueda ir a la adaptación, dice a Sinc Nazir Baraka, presidente de la Consejo Económico, Social y Medioambiental de Marruecos. “Para 2020 la financiación en materia de adaptación se espera que llegue a 30 %”, indica Baraka.
Sin embargo dentro de ese fondo existe un desequilibrio entre el dinero que se destina a la mitigación (prevención del impacto climático) –que es mayor– y la adaptación (solución a lo que ya está sucediendo como olas de calor, inundaciones y otros fenómenos extremos).
“Para ser francos, el equilibrio entre mitigación y adaptación en el Fondo a Largo Plazo –los 100 000 millones de dólares– no es algo que conste de forma clara en el Acuerdo de París, pero la idea hoy es que se siga avanzando”, declara.
A esto se añade el Fondo de Adaptación del Protocolo de Kioto –en el que se ha prometido en Marrakech la movilización de 81 millones de dólares para este año– que finaliza en 2020 y del que se desconoce su destino con la entrada en vigor del Acuerdo de París.
El documento final de Marrakech apunta a que en la COP24, en 2018, el fondo “podría servir al Acuerdo de París”. “Estamos trabajando para que este fondo pueda beneficiarse y tenga aplicación en el marco del Acuerdo de París”, especifica Baraka.
Para el ex ministro de Economía y Finanzas de Marruecos, una de las principales complicaciones es la movilización de fondos. “¿Podemos ir mucho más allá?”, se pregunta. El problema es la estructuración de proyectos y la métrica, es decir cómo van a medirse esos impactos del cambio climático en los países en desarrollo. “Lo que sí se puede medir es el coste de la inacción”.
Lo que el acuerdo no tuvo en cuenta
Las negociaciones en Marrakech sobre los procedimientos del Acuerdo de París han estado obstaculizadas por diferentes cuestiones –llamadas huérfanas– que no se tuvieron en cuenta y de las que no había un mandato concreto de trabajo en esta COP, y que no se han concretado en los documentos aprobados anoche en Marrakech. Varios países como Bolivia e India mostraron oposición a la aprobación de los documentos de Marrakech en el plenario final y retrasaron su aprobación.
Brasil es uno de los países que ha exigido una regulación de los marcos temporales comunes en cuanto a la revisión de las contribuciones de emisiones. En este sentido, exige que todos los países tengan revisiones simultáneas para cumplir el objetivo de los 2 ºC.
Por otra parte, los países más vulnerables piden una revisión al alza del Fondo al Largo Plazo de 100 000 de dólares anuales y los países con economías que dependen totalmente de los combustibles fósiles, como Arabia Saudí, reclaman medidas de respuesta ante los cambios a los que se tendrán de afrontar.
Además, la rapidez a la que ha entrado en vigor el Acuerdo de París ha sido una señal positiva. En la Cumbre del Clima de Marrakech se han debido de organizar dos grupos de trabajo diferentes entres los países que ya han ratificado el Acuerdo de París y los que aún no lo han hecho pero que pertenecen a la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático.
Todos contra Trump
A pesar de todo, la elección del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha ayudado a que los países se unan cada vez más. “La cumbre climática de Marrakech ha enviado un mensaje político claro: diga lo que diga Trump, haga lo que haga, no hay marcha atrás en la lucha contra el cambio climático”, asegura a Sinc Florent Marcellesi, eurodiputado de Equo.
La irrupción de Trump en el panorama climático ha generado un movimiento de reacción para aumentar la ambición y presionar. “La amenaza no tiene por qué materializarse”, señala Pablo Saavedra, secretario de Estado de Medio Ambiente.
Será en 2017, en la Cumbre del Clima que se celebrará en Bonn (Alemania) con la presidencia del gobierno de Fiyi, cuando Estados Unidos tendrá la oportunidad de mantener su liderazgo aunque para muchos, con la llegada de Trump, el país norteamericano ya lo ha perdido. La dinámica y el espíritu de París no han decaído. Todo lo contrario, se han reforzado.
noviembre 23/2016 (agenciasinc.es)
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Estrategias ambiciosas frente al cambio climático para 2050
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