Los tumores urológicos forman un grupo heterogéneo de neoplasias. El más frecuente y conocido es el de próstata. Pero hay otros con una elevada incidencia y es necesario seguir investigando en este campo para avanzar en el diagnóstico y el tratamiento. Por eso, intentar conseguir marcadores de fácil acceso es uno de los retos a los que se enfrentan los investigadores. De hecho, ya hay varios grupos trabajando en este campo. El tumor de vejiga es el más común, con una mayor incidencia en hombres y con un claro factor de riesgo: el tabaco.

Los tumores de vejiga, pene, testículo y riñon son, con el tumor de próstata, los principales tumores que se tratan en urología. Pero no todos han sido estudiados con los mismos recursos económicos y humanos. Como ha recordado Humberto Villavicencio, director del Servicio de Urología de la Fundación Puigvert, en Barcelona, y presidente de la Asociación Española de Urología, «aún no conocemos la incidencia de los tumores renales o de testículo en España. Actualmente hay dos estudios en marcha para conocer la incidencia real de estos tumores en la población española».

Aun así, se estima que se diagnostican unos 3000 casos de tumores renales en España cada año, cifra importante aunque lejana de los 22 000 tumores de próstata diagnosticados cada año. «El 80 % de los tumores renales se diagnostican en una fase temprana de la enfermedad, cuando la cirugía todavía es eficaz».

En cambio, un 20 % de los casos se diagnostican cuando prácticamente no hay posibilidades de curación. «En estos casos, la supervivencia puede alargarse unos dos años, gracias a las nuevas moléculas que se han descubierto y que permiten suprimir la vascularización que ayuda al crecimiento del tumor». El futuro de este tratamiento radica en «volver a la inmunoterapia con los anticuerpos monoclonales».

Agresividad
Mucho más agresivo es el desarrollo del cáncer de testículo, del que se calcula que se diagnostican unos 350 casos cada año en España. Se presenta entre los 14 y los 45 años de edad y su multiplicación es muy rápida. «Hace 25 años morían el 90 % de las personas que lo padecían», ha explicado Humberto Villavicencio.

«Gracias a los avances en los medios diagnósticos y la quimioterapia se curan el 90 % de los casos. Es el único tumor sólido del adulto que curamos en este porcentaje esté donde esté localizada la metástasis, que suele extenderse por retroperineo, pulmón, hígado y cerebro».

Pronóstico
A pesar de que no han aparecido nuevas moléculas para su tratamiento, «conocemos mejor los factores pronósticos de la enfermedad, lo que nos permite seleccionar más adecuadamente las pruebas pertinentes y no excedernos con la quimioterapia».

Después del tumor de próstata, el urológico más frecuente es el de vejiga, con 12 000 personas diagnosticadas al año en España. Representa el 11 % de todos los tumores en hombres y el 2 % en las mujeres. «Creo que es uno de los tumores menos conocidos por la población, aunque fallecen un tercio de las personas que lo sufren», ha señalado Joan Palou, jefe de la Unidad de Urología Oncológica de la Fundación Puigvert y director de la Escuela Europea de Urología.

«Pero su coste socioeconómico es muy elevado, ya que la forma de presentación más habitual es el tumor superficial, que provoca un 70 % de recidivas y no causa mortalidad. Así que las personas que lo padecen viven muchos años pero hay que hacerles pruebas, operaciones, controles… Y, a veces, el tumor evoluciona de forma agresiva y hay que hacer una vejiga nueva».

Uno de los factores que más se han relacionado con la aparición de este tumor es el consumo de tabaco. «Al fumar, los productos de combustión como las nitrosaminas y la 2-naftilamina, que son sustancias cancerígenas, se excretan por vía urinaria. Antes llegan a la vejiga, donde se almacenan hasta que se orina. Se ha comprobado que, en las personas que dejan de fumar, el riesgo de sufrir este cáncer se reduce un 40 % en los siguientes cuatro años, aunque el efecto del tabaco se mantiene durante 25 años».

Marcadores
Una de las líneas de investigación en las que está trabajando la Fundación Puigvert es la búsqueda de marcadores en orina. Actualmente, el diagnóstico se realiza mediante una cistoscopia, que consiste en introducir un tubo por la uretra, una prueba molesta para el paciente. «Si encontramos los marcadores que nos permitan detectar el tumor, podremos saber cómo evolucionará y extirpar la vejiga antes de que sea demasiado tarde. En este sentido, la proteína ezrina es un buen marcador, pero estamos investigando para encontrar otros marcadores».

En cuanto a la cirugía de vejiga, uno de los principales problemas de extirparla es que se vean afectados los nervios implicados en la erección. Para intentar evitarlo «trabajamos con robótica, que nos permite realizar una cirugía más fina».

Por último, el tumor de pene tiene una muy baja incidencia. Se estima que lo sufren entre el 0,4 y el 0,6 % de los hombres. La mayoría de los afectados suelen tener más de 70 años y antecedentes de algún tipo de lesión en el pene.

El tabaco, una mala higiene y el virus del papiloma humano están relacionados con este cáncer. «El tumor de pene se localiza, sobre todo, en la zona del glande y el prepucio», ha explicado Joan Palou.

Entre el 15 y el 20 % de estos tumores debutan cuando el riesgo de mortalidad es ya muy elevado.

VIGILANCIA
El carcinoma de vejiga es la neoplasia maligna más frecuente del aparato urinario. Aproximadamente el 85 % de los pacientes con cáncer de vejiga debutan con una enfermedad limitada a la mucosa o submucosa. A causa del riesgo de recidiva y progresión, los pacientes con tumores vesicales deben tener un estrecho seguimiento. Los pacientes con tumores con un riesgo bajo de recidiva y progresión deben someterse a una cistoscopia al cabo de 3 meses. Si es negativa, la siguiente se hace a los 9 meses y, posteriormente, una vez al año durante 5 años.
Los pacientes con tumores con un riesgo alto deben someterse a una cistoscopia y una citología urinaria al cabo de 3 meses. En caso de ser negativas, las siguientes se repiten cada 3 meses durante 2 años y cada 4 meses en el tercer año; luego cada 6 meses hasta los 5 años y, a partir de aquí, anualmente.
octubre 7/2012(Diario Médico)

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