Una persona que contraiga sarampión es más vulnerable a otras enfermedades infecciosas durante hasta tres años, algo que la vacuna contra ese virus logra prevenir hasta el punto de reducir la mortalidad por otras dolencias en varios países desarrollados, entre ellos Estados Unidos, según un estudio publicado recientemente.

Investigadores de la universidad de Princeton (Estados Unidos) explicaron que la mortalidad por enfermedades infecciosas que no son sarampión en países de altos ingresos está estrechamente conectada con la incidencia del sarampión.

Los investigadores analizaron la mortalidad por enfermedades infecciosas en Estados Unidos, Dinamarca y parte del Reino Unido (Inglaterra y Gales) en varios periodos entre 1945 y 2010, dependiendo del momento en el que se generalizó el uso de la vacuna contra el sarampión en cada uno de esos países.

Su análisis sugiere que «las vacunas contra el sarampión representaron un rol primario a la hora de rebajar la mortalidad de otras enfermedades infecciosas en todos los países de altos ingresos estudiados».

Según el estudio, el sarampión «daña la memoria del sistema inmunitario, de tal modo que olvida cómo combatir una amplia serie de invasores bacterianos».

Otros estudios habían apuntado a que esa «amnesia inmunitaria» podía durar semanas o meses, pero el publicado en «Science» alega que el daño puede prolongarse entre dos y tres años.

Los investigadores concluyen que las vacunas contra el sarampión «mantienen intacta la memoria del sistema inmunitario, proporcionando así un grado de protección contra las infecciones que no son el sarampión».

Esa conclusión puede ayudar a explicar por qué, cuando la vacuna del sarampión se generalizó hace más de medio siglo, la tasa de mortalidad infantil se redujo mucho más de lo que los expertos esperaban.

El estudio es especialmente relevante en Estados Unidos, donde el sarampión había sido declarado erradicado en 2000, pero resurgió con un brote en California el pasado diciembre que afectó a 131 personas en el estado y no se dio por concluido hasta mediados de abril.

El brote se originó en dos parques temáticos de Disneylandia y luego se expandió a varias regiones del país, e incluso a Canadá y México, lo que puso en alerta a las autoridades estadounidenses.

Al mismo tiempo, el brote reavivó el debate, tanto político como médico, sobre la obligatoriedad de vacunar a los menores de edad, algo que muchas familias rechazan debido a los posibles efectos secundarios.
mayo 8/2015 (PL)

http://www.sciencemag.org/content/348/6235/694.abstract?sid=9bc95954-8bad-40b0-a991-43a755f7884c

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